Léase con confianza
Nos lo dicen desde el diario El País: “Nuestra autoexigencia durísima nos impide experimentar ciertas cosas, nos lleva a sufrir el síndrome del impostor con más frecuencia que los varones y hace que nos movamos peor en entornos […] que requieren una alta confianza”. También desde el ABC: “Todas las mujeres se enfrentan en algún momento de su vida a la falta de confianza”; y desde El Economista: “Falta de confianza: ¿Cómo limita la mujer su carrera profesional sin darse cuenta?”. Nos lo dicen mujeres científicas, políticas o escritoras: “Las mujeres, en particular, necesitan mantener el ojo en la bola que está en el aire, y esa es su autoestima”; “Nunca permitas que la falta de confianza te detenga en tu camino hacia el éxito”. Nos lo dicen en los anuncios de cosméticos, de ropa, de zapatillas de deporte: “¿Qué harías si no tuvieras miedo?”.
Hasta lo dice ChatGPT, el sistema de inteligencia artificial al que acudo para encontrar citas sobre la confianza en las mujeres: “Espero que estas citas te inspiren a trabajar en tu autoestima y confianza en ti misma.” ¿Por qué un robot programado para proporcionar información de manera objetiva asume que me faltan?
Pero, ¿son realmente nuestra propia autoexigencia, nuestra falta de confianza y autoestima y nuestro propio miedo los culpables de que no podamos experimentar ciertas cosas, o de frenar nuestra carrera hacia el éxito, o de las limitaciones a nuestras carreras profesionales?
Grete Stern, “Sueño 15”, 1949.
Las llamadas a incrementar la confianza en sí mismas de las mujeres se han convertido en una constante en todos los ámbitos. Están presentes en la política, en la cultura, en la educación, en la publicidad, en la música. Aunque algo efectistas, son llamadas en positivo, bienintencionadas, a menudo realizadas por mujeres que han tenido éxito en sus carreras profesiones y que quieren servir de inspiración a otras mujeres. Son, además, bien recibidas por las mujeres a las que van dirigidas, y a menudo se comparten en redes sociales o se citan en discursos. El mensaje, con todas sus variaciones y matices, se resume en una fórmula sencilla: cualquier meta está a tu alcance, tienes todo lo que necesitas para triunfar, solo te hace falta tener mayor confianza en ti misma.
Just do it. Parece fácil, ¿no? No hace falta que confíen los demás, solo tienes que confiar tú. Depende solo de ti. Pero cuidado, eso significa que, si no lo consigues, no tienes a nadie más a quien culpar que a ti misma. Si no has triunfado, es exclusivamente tu responsabilidad. Te ha faltado confianza. Lo has hecho mal. Si tan solo hubieras creído en ti misma, y hubieras conseguido proyectar una imagen de confianza, habrías podido llegar tan lejos como hubieras querido.
Conclusión: es nuestra culpa. Es culpa de todas las mujeres del mundo.
Según la teoría del optimismo cruel, presentada por Lauren Berlant en su libro Optimismo Cruel, la creencia de que podemos llegar a cualquier meta que nos propongamos, bajo la optimista y positiva aserción de que nuestro esfuerzo siempre será suficiente por sí solo, nos obliga, si no alcanzamos nuestros objetivos, a llegar a la cruel conclusión de que no nos hemos esforzado lo suficiente y por tanto somos los únicos responsables de nuestros propios fracasos. Las cualidades incuestionables que nos animan a cultivar se convierten en un regalo envenenado.
En opinión de las sociólogas Shani Orgad y Rosalind Gill en su libro Cultura de la Confianza, las llamadas constantes al empoderamiento femenino como herramienta de cambio pueden resultar contraproducentes, porque, justificadas en un mensaje de positividad y confianza que parece inobjetable a primera vista, asumen que el cambio es una cuestión únicamente interna. Nada de cambiar las instituciones, las costumbres, los sistemas de apoyo, las oportunidades; las únicas que tienen que cambiar “empoderándose” y aumentando su confianza en sí mismas con las propias mujeres.
No pongo en duda que tener autoestima es una buena cualidad, como lo es ser positivo, o flexible, o resiliente, y por supuesto que las personas que no la tengan, cualquiera que sea su género, harán bien en incrementarla. Todos haríamos bien en tener más autoestima. Pero tengo la certeza, y estoy convencida de que la tienen también las mujeres que nos instan a no tener miedo, de que hay situaciones que no se pueden dominar a fuerza de confianza en ti misma.
Además, modificar la propia personalidad, la experiencia subjetiva, o la propia percepción del mundo y de una misma es sumamente difícil. No dudo de las estadísticas, citadas en numerosos artículos, que indican que los hombres poseen más confianza en sí mismos que las mujeres, como tampoco dudo de las que analizan la brecha de género, la mínima participación de la mujer en puestos de dirección de grandes empresas, o la mayor dificultad para acceder a la financiación por parte de las emprendedoras. Pero la solución para cambiar las tres últimas estadísticas no puede ser pedir a las mujeres que se cambien a sí mismas para mejorar la primera.
Por favor, no nos lo digan más.
Fuentes:
- Diario El País. “La autoestima de la mujer: una cuestión de edad”. Artículo de Pilar Jericó, 2 dic. 2019.
- Diario ABC. “Todas las mujeres se enfrentan en algún momento de su vida a la falta de confianza”. Artículo de María Alcaraz, 23 feb 2021.
- Diario El Economista. “Falta de confianza: ¿cómo limita la mujer su carrera profesional sin darse cuenta?”. 25 oct 2011.